Hoy ha amanecido un día gris,
plomizo y triste. Al levantarme no estaba el Massi, que cada mañana me da los
buenos días ronroneando entre mis piernas mientras le sirvo el pienso en su
escudilla. Casi ni he visto a los perros, ni he sentido sus ladridos esta
noche. Empieza a nevar, y la soledad me invade y me embarga. No se oye un ruido en el
vecindario.
Me arreglo mientras pienso: ¡hoy
voy a guisar! –Las penas con pan son menos.
Hay una pierna de lechal en la
nevera, y a falta de un par de pimientos verdes, Tengo de todo para el guiso.
Cojo el coche y me acerco al
pueblo, a comprar en el Udaco la verdura que me falta, y después me paso por
Román a tomarme un vino.
-¿Un riojita? -Me pregunta.
-Venga –le contesto-, y me
obsequia con una tostá de bonito con pimiento rojo.
-¿Qué te debo?
-Lo de siempre. Uno con veinte.
Mi madre cocinaba bien, pero
poco. No le gustaba guisar. A decir verdad,
pocas cosas le gustaban, a parte de venerar a su madre –mi abuela- y a
sus hermanos –mis tíos y mi tía- y no dejar de criticar a mi padre.
De los pocos guisos que nos
hacia, la caldereta de cordero, con mucho destacaba. La “Pata”, como ella
la llamaba.
Poco antes de morir, una tarde,
sentados los dos a la mesa de camilla de su casa, se me quejó de que nunca le
habíamos felicitado el plato.
-Mamá por Dios, ¿Cómo puedes
decir eso? Siempre que nos guisabas cordero había fiesta en la cocina.
-Debe de ser hijo mío, pero ya no me
acuerdo. ¡estoy tan vieja!
-Vieja no, mamá, mayor; solo mayor.
Y nos estuvimos riendo un rato largo recordando muchas cosas. ¡Que feliz se la veía!
La receta es bien sencilla: Yo la hago en olla rápida.
Para cuatro personas es suficiente una pierna de lechal, partida a la mitad,
que se sazona y se rehoga vuelta y vuelta en un par de cucharadas de aceite de
oliva. Se añade un pimiento verde, dos zanahorias, una cebolla y dos tomates
pelados, ¡ah! Y un par de dientes de ajos, y una hoja de laurel, todo en crudo.
Se cubren los ingredientes con agua y se sazona. Se pone a fuego fuerte y cuando
rompe a hervir, se cierra la olla, se baja un poco la lumbre y se tiene
cociendo por veinticinco minutos o media hora. Pasado este tiempo se abre la
olla, y el hueso se ha tenido que despegar de la carne, si no es así habrá que
darle otro hervor. Cuando la carne esta suelta, se le añaden dos o tres patatas
peladas y chascadas en trozos, se cierra de nuevo la olla y cuando comienza a
salir vapor se la deja cocer por diez minutos.
Para terminar separo la carne y
las patatas, quito los huesos, y paso por el chino lo que queda. Después, junto
de nuevo todo y ya esta listo para recalentar y servir.
Yo me comeré la caldereta mañana,
que me gusta de un día para otro.
Para hoy tengo Musaka y pimientos
rellenos que me preparó una amiga, que gusta de cuidarme y de hacerme compañía,
mientras escuchamos de fondo a Nat King Cole.
Ha dejado de nevar, ha salido un
poco el sol, lo justo para romper los negros nubarrones, y se ha comenzado a
oír de nuevo el alegre trino de los pájaros, en esta tarde fría de
primavera.
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