sábado, 7 de mayo de 2016

Episodio 19: Sobre las horas de amor interminables.


La tarde se cerró en agua. Las nubes fueron cubriendo el valle, bajaron escurriéndose, casi reptando  por el Cerro de San Benito. Yo con la mirada perdida en el infinito, escuchaba Sinner's Prayer  de Ray Charles, mientras pensaba en ti.
Hacia tan solo unas horas que te había dejado en el tren, camino de Madrid. Aún tenia tu olor en mi piel, tu sabor en mi boca, y tu imagen en mi mente.
Doce horas de amor, de locura, de pasión, de lujuria, de desenfreno, de entrega; luego de paz interior, y de sosiego. Y después, dormir cosido a tu espalda.
Parece que te estoy viendo, semidesnuda, envuelta en mi viejo jersey gris de andar por casa, con ese cuerpo casi de niña, esa carita infantil y esa mirada pícara diría yo que irreverente.
No dejaba de darle vueltas al contenido de tus últimos mensajes: Ha sido un día que no tengo palabras. Gracias; Ya estas dentro de mi.
Llueve ahora, quizás aún con mas fuerza. Abro una botella de Ribera del Duero de las que guardo para las grandes ocasiones, por que esta lo merece, y me alegro haber compartido contigo uno de los pocos caramelos que me quedan y pienso que no me importaría en absoluto seguir gastándolos en tu compañía, si tu quieres, y cuando se me terminen, que sea lo que los Dioses quieran.
El sonido del piano, me retumba en la cabeza. La música me invade y me evade. No se por que razón se me saltan las lágrimas ante el ritmo melodioso y siempre armónico del Jazz, y escucho una y otra vez el estribillo, que golpea mis sienes:  “Por favor, ten piedad, Señor ten misericordia de mí. Bueno, si he hecho mal a alguien, Señor, ten piedad por favor.”
Oscurece lentamente, dentro de poco ya no habrá luz con la que alumbrarme, entonces, me taparé con mi edredón azul de rayas, y esperaré sentado en el ajado sofá del saloncito de arriba,  a que quieras volver a estar conmigo.