La tarde se cerró en agua. Las
nubes fueron cubriendo el valle, bajaron escurriéndose, casi reptando por el Cerro de San Benito. Yo con la mirada
perdida en el infinito, escuchaba Sinner's Prayer de Ray Charles, mientras pensaba en ti.
Hacia tan solo unas horas que te
había dejado en el tren, camino de Madrid. Aún tenia tu olor en mi piel, tu
sabor en mi boca, y tu imagen en mi mente.
Doce horas de amor, de locura, de
pasión, de lujuria, de desenfreno, de entrega; luego de paz interior, y de
sosiego. Y después, dormir cosido a tu espalda.
Parece que te estoy viendo,
semidesnuda, envuelta en mi viejo jersey gris de andar por casa, con ese cuerpo
casi de niña, esa carita infantil y esa mirada pícara diría yo que irreverente.
No dejaba de darle vueltas al
contenido de tus últimos mensajes: Ha sido un día que no tengo palabras.
Gracias; Ya estas dentro de mi.
Llueve ahora, quizás aún con mas fuerza. Abro una botella
de Ribera del Duero de las que guardo para las grandes ocasiones, por que esta
lo merece, y me alegro haber compartido contigo uno de los pocos caramelos que
me quedan y pienso que no me importaría en absoluto seguir gastándolos en tu
compañía, si tu quieres, y cuando se me terminen, que sea lo que los Dioses
quieran.
El sonido del piano, me retumba
en la cabeza. La música me invade y me evade. No se por que razón se me saltan
las lágrimas ante el ritmo melodioso y siempre armónico del Jazz, y escucho una
y otra vez el estribillo, que golpea mis sienes: “Por favor, ten piedad, Señor ten misericordia de mí. Bueno, si
he hecho mal a alguien, Señor, ten piedad por favor.”
Oscurece lentamente, dentro de
poco ya no habrá luz con la que alumbrarme, entonces, me taparé con mi edredón
azul de rayas, y esperaré sentado en el ajado sofá del saloncito de
arriba, a que quieras volver a estar
conmigo.
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