viernes, 9 de agosto de 2019

Episodio 22: Sobre el interior de las mujeres.



Fue en uno de mis primeros viajes por Picos de Europa. Estaba en Sótres, me había acercado a ver ponerse el Sol al Collado de Pandébano. Era espectacular la mezcla de rojos, azules, amarillos, violetas... Corría una ligera brisa, casi tibia, que anunciaba que la primavera estaba cerca.
Sentado junto a un chozo en El Canero, guardando una docena de cabras, estaba un viejo. Miraba hacia el oeste contemplando el infinito.
Antes de llegar a él me pidió que me sentara a su lado, y según lo hacía, me cogió la mano con fuerza, y mirándome a los ojos, me dijo que yo también podría ver algún día en el interior de una mujer, y sentir su alma muy cerca.
Un escalofrío recorrió mi espalda, mientras una intensa luz llenaba todo a mi alrededor, cegándome, sofocándome, ahogándome, haciéndome perder la noción del tiempo y del espacio.... No sé como pude volver y subir por la cuesta que desde los Invernales de Cavao lleva hasta Sotres.
Jamás me atreví a contar esto a nadie.
Llevo mas de treinta años mirando en el interior de las mujeres, y sigo sin ver nada...”

martes, 9 de julio de 2019

Episodio 21: Sobre mis temores de enamorado.


Cuando el amor lo inunda todo, las dudas aparecen y amenazan con tambalear los pilares de los sentimientos:
A veces pienso como será el final: Sé que lo veré llegar atravesando la neblina de un mar en calma, en una mañana fría, húmeda y desoladora.
Unas pocas palabras te servirán para justificar lo inevitable: es lo más prudente; lo hago aunque nos duela; al final se impuso la cordura; Siempre te querré...
Y el helador aliento del olvido se irá apoderando poco a poco de la llama de un amor antes candente, y la aterradora oscuridad del desencanto sé ira adueñando de la luz de la pasión y la ternura.
¡Cuánto temo amor mío que llegue ese momento de tristeza infinita y de ruptura!
¡Cuánto temo mi amor que llegue la hora de no verte!
¡Cuánto temo mi Chispita que llegue el tiempo de perderte!

martes, 5 de marzo de 2019

Episodio 20 – Sobre lo terrible de la espera




La tarde se había vuelto aún más fría. Se esperaba nieve. El reloj parecía detenido. El silencio, tan solo roto por Hubert Sumlin acariciando mis oidos con el lento swing de Sometimes Im Right. La niebla que cubría todo, se hacía más espesa a mi alrededor, y empezaba a apoderarse de mi, envolviéndome con una agónica sensación de melancólica tristeza.
Llevaba todo el día, toda la semana, pensando en ella, sin apartar la mirada del teléfono, esperando escuchar la estúpida musiquilla que me anunciara que en la distancia su voz y su imagen volverían a aparecer en el endiablado artefacto. ¡Cuánto lo odiaba y cuanto lo necesitaba!
Los recuerdos de tan corta pero intensa convivencia, se agolpaban en mi cabeza, golpeándome las sienes. Las imágenes, los instantes, las sensaciones, los anhelos y deseos, el olor de su piel, el tacto tibio y en ocasiones húmedo de su cuerpo, la caricia de su pelo, su mirada clara, su risa franca, la dulzura de su voz llamándome amor me torturaban hasta la desesperación.
¿Por qué el amor es sufrimiento? ¿Por qué el deseo es tan impaciente? ¿Por qué el placer es tan adictivo? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? ¿Por qué la soledad es tan terrible cuando se conoce a alguien como ella? ¿Por qué será que el que espera desespera?
La tarde se había convertido en noche cerrada. Los perros se habían puesto en guardia, y ladraban a todo lo que se movía, aunque juraría que ladraban también para decirme que no estaba tan solo, que ellos compartían mi aislamiento.
Estuve tentado de acompañarme del Gentelman Jack de Tennessee, y abrir el libro en el que se esconde, pero decidí dejarlo para mejor ocasión: cuando ella regrese. Me conformaré con el viejo número siete.
Decia Caetano Veloso en la letra de su afamada La Barca que no concebía que la Distancia fuese el olvido,  y  que  Cuando la luz del sol se fuese apagando Y ella se sintiese cansada de vagar, el la estaría esperando, Hasta que decidiera regresar.
Se terminó el bourbon, y las piedras de hielo perdieron su utilidad y se derritieron en el fondo del vaso. Comenzó a nevar copiosamente. Seguía sentado en el sofá del estudio, canturreando nuestra canción que me recordaba que ella Era mi talla perfecta, que Era la luz de mis sueños, que Era mi mundo pequeño y que lo Era todo para mí.

Miraba angustiado una y otra vez en dirección al teléfono, esperando escuchar la estúpida musiquilla que me anunciara que ya me tocaba estar con ella en la distancia.

sábado, 7 de mayo de 2016

Episodio 19: Sobre las horas de amor interminables.


La tarde se cerró en agua. Las nubes fueron cubriendo el valle, bajaron escurriéndose, casi reptando  por el Cerro de San Benito. Yo con la mirada perdida en el infinito, escuchaba Sinner's Prayer  de Ray Charles, mientras pensaba en ti.
Hacia tan solo unas horas que te había dejado en el tren, camino de Madrid. Aún tenia tu olor en mi piel, tu sabor en mi boca, y tu imagen en mi mente.
Doce horas de amor, de locura, de pasión, de lujuria, de desenfreno, de entrega; luego de paz interior, y de sosiego. Y después, dormir cosido a tu espalda.
Parece que te estoy viendo, semidesnuda, envuelta en mi viejo jersey gris de andar por casa, con ese cuerpo casi de niña, esa carita infantil y esa mirada pícara diría yo que irreverente.
No dejaba de darle vueltas al contenido de tus últimos mensajes: Ha sido un día que no tengo palabras. Gracias; Ya estas dentro de mi.
Llueve ahora, quizás aún con mas fuerza. Abro una botella de Ribera del Duero de las que guardo para las grandes ocasiones, por que esta lo merece, y me alegro haber compartido contigo uno de los pocos caramelos que me quedan y pienso que no me importaría en absoluto seguir gastándolos en tu compañía, si tu quieres, y cuando se me terminen, que sea lo que los Dioses quieran.
El sonido del piano, me retumba en la cabeza. La música me invade y me evade. No se por que razón se me saltan las lágrimas ante el ritmo melodioso y siempre armónico del Jazz, y escucho una y otra vez el estribillo, que golpea mis sienes:  “Por favor, ten piedad, Señor ten misericordia de mí. Bueno, si he hecho mal a alguien, Señor, ten piedad por favor.”
Oscurece lentamente, dentro de poco ya no habrá luz con la que alumbrarme, entonces, me taparé con mi edredón azul de rayas, y esperaré sentado en el ajado sofá del saloncito de arriba,  a que quieras volver a estar conmigo.

martes, 19 de abril de 2016

Episodio 18: Sobre el tiempo que nos queda.



Esta mañana me levanté con un mensaje en whatsApp que me había dejado una amiga. Contenía un ensayo de Mario Andrade, poeta, periodista, fotógrafo, musicólogo, y ensayista brasileño: El valioso tiempo de los maduros.
Me parece una joya de declaración de intenciones, un plan de vida perfecto, y una linterna con la que alumbrar un camino cada vez mas oscuro, más corto y más cuesta arriba. Por eso, después de leerlo, me he dado cuenta que ahora es más valioso mi tiempo, porque cada vez me queda menos.
“He contado mis años y he descubierto que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que he vivido hasta ahora…
Me siento como aquel niño al que regalan una bolsa de caramelos: los primeros se los come feliz, pero, cuando se percata de que quedan pocos, comienza a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, en las que se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se conseguirá nada.
Ya no tengo tiempo para soportar personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para perderlo con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan ‘egos’ inflados.
No tolero a los manipuladores ni a los aprovechados.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus puestos, sus talentos y sus éxitos.
Detesto, si soy testigo, los efectos que genera la lucha por un cargo importante.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos, si acaso…
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Con pocos caramelos en la bolsa…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que no se vanaglorie con sus triunfos.
Que no se considere elegida antes de tiempo.
Que no eluda sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee únicamente caminar al lado de la verdad y de la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena vivirla.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas.
Gente a quien los duros golpes de la vida, le han enseñado a crecer con suaves caricias a su alma.
Sí… tengo prisa… para vivir con la intensidad que nada más que la madurez puede dar.
Pretendo no malemplear ni tan solo uno de los caramelos que me quedan. Estoy seguro que serán más exquisitos que los que me he comido hasta ahora.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres estimados, y con mi conciencia.
Deseo que la tuya sea la misma, porque, de cualquier manera, también llegarás…
Mario Andrade”
 

viernes, 12 de febrero de 2016

Episodio 17: Sobre las cartas que nunca se enviaron.

Me contó hace muchos años mi amigo Pedro, el asturiano de Llanes, que por entonces guardaba el refugio del Jou de los Cabrones, en Picos de Europa, que tuvo de ayudante por un tiempo, a un hombre maduro, poco conocedor de las cosas de montaña, que solo compañía le daba y algo de servicio, por poco mas que el sustento, tabaco y techo.
Me decía el de Llanes, que aquel hombre, de aspecto bonachón, poco hablador y algo esquivo, desapareció una tarde de niebla camino de la Majada de Amuesa, en dirección a Bulnes. Estuvieron buscandole por días, sin encontrarle. Nadie le volvió a ver ni vivo ni muerto.
Revolviendo entre sus pocas pertenencias, por ver si encontraban a quien avisar de lo ocurrido, dieron tan solo con una carta, no enviada, medio rota por los pliegues, de tanto abrirla y cerrarla que decía:
"Con la vista puesta en el tiempo transcurrido, me doy cuenta de tantas cosas que hubiera querido hacer contigo:
Hubiera querido haberte hecho mujer entre mis brazos, y me hubiera gustado también contar contigo estrellas y renombrarlas y que nos hubiera sorprendido el amanecer besándonos en una cumbre. Y hubiera querido tanto perpetuar en ti mi estirpe, y mi futuro.
Y me hubiera gustado también beber tu juventud de sorbo en sorbo, y caminar contigo hasta estos años, como esposos, como amigos, como amantes.
Pero no pudo ser. No supe llegar a tiempo de subir a tu tren para viajar juntos por la vida. El destino medió para que solo hubiese entre nosotros distancia, nostalgias y recuerdos.
Después, durante media vida no paré de buscarte y de soñar contigo. No perdí la esperanza de encontrarte, y cuando menos lo esperaba, cuando ya casi te daba por perdida, una tarde se me abrió de golpe la ventana del pasado, y te acercaste a mí de nuevo, inundándolo todo de luz y de aire fresco.
Y lo que ocurrió después, ya lo conoces: el reencuentro, el amor y la pasión casi desmedida ¡a nuestros años!
Pero ahora, entre nosotros de nuevo la distancia se interpone, y el tiempo corre, y la desazón se instala y nos envuelve y nos acosa la impacienta, y por eso tengo miedo, tengo miedo de perderte, tengo miedo que no vuelvas, miedo de sentir de nuevo el frío del olvido, ese que los huesos cala, ese que hiela la sangre y que destroza el alma.
Quiero que sepas, que si quieres, con lo poco que me toca de ti, te construiré un mundo, y de la nada, me inventaré un pasado y por tu amor, proyectaré un futuro. Y construiremos también nosotros nuestra historia, y nos fundiremos el uno con el otro, y nos aislaremos del resto de la gente, y nos querremos, Estrellita, y nos querremos"

 

lunes, 18 de enero de 2016

Episodio 16: Sobre las ganas de volver a estar contigo.


Hace más de un año que te fuiste de mi lado, fue algo inesperado, y sorprendente; un duro y brutal atentado contra mi delicado equilibrio emocional; un golpe terrible del destino, que se propuso amargarme la existencia.
No pasa día sin que te recuerde. Mi ultimo pensamiento al acostarme es para ti, y al levantarme, el primero es tuyo.
Y el resto del día no puedo quitar tu carita de mi mente; y tu menudo y delicado cuerpecito, tan lleno de fuerza y decisión; y tu sonrisa, dulce y compasiva; y tu mirada tierna, vital e inteligente.
Y añoro también tu risa, y las largas charlas llenas de complicidad, y las bromas que siempre estabas dispuesta a soportar a cambio de llamarme ganso, Y que terminaban siempre con un beso.
Miedo me da abrir los armarios en donde estuvo tu ropa, y que me siguen oliendo a ti; por si me encuentro con alguna de tus cosas.
Te fuiste dejándome solo, triste y vulnerable; indefenso y deficitario de amor y de cariño.
Ahora, te pido perdón por tantas y tantas noches que te hice pasar en vela, y por tantas y tantas  lágrimas que sé que derramaste por mí, y por mi carácter. ¡Cómo me gustaría poder reparar el daño que te hice entonces!
Cuento los días, que me quedan, para volver a estar contigo; mamá querida.