sábado, 21 de marzo de 2015

Episodio 3: Sobre malas intenciones.





¿Cuántas veces al día, regalamos este adjetivo a nuestros semejantes?
¿Cuantas veces al día nuestros semejantes nos hacen sentirnos como el concepto que indica tan usada expresión?
Aplicamos o nos aplican tantas veces al día, de voz como de pensamiento este vocablo, que bien estaría saber algo sobre su procedencia.
Creo que el siguiente artículo publicado en ABC TECNOLOGÍA, nos puede aclarar algo sobre:

 

EL POSIBLE ORIGEN CASTIZO DE LA PALABRA “GILIPOLLAS”


 
BITACORAS.COM / MADRID
Día 01/07/2014 - 09.45h

“Una peculiar teoría apunta a la burla hacia un alto funcionario del siglo XVI como probable origen de este insulto.
Posiblemente gracias a su sonoridad, en los últimos años el adjetivo «gilipollas» se ha convertido en un insulto de uso muy extendido entre los españoles.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, esta palabra es una vulgarización del adjetivo «gilí», término que designa a una persona tonta o lela y que procede del vocablo caló «jilí», cuyo significado es «inocente o cándido».
Sin embargo, el blog «Secretos de Madrid» nos desvela un posible origen mucho más castizo e interesante para esta peculiar palabra. De acuerdo con esta teoría, tenemos que retroceder hasta finales del siglo XVI, época en la que don Baltasar Gil Imón de la Mota ocupaba el cargo de fiscal del Consejo de Hacienda.
Según narran las crónicas de la época, Gil Imón aprovechaba su posición para acudir acompañado de sus dos hijas a todos los eventos y fiestas en los que se daba cita lo más granado de la sociedad madrileña. Su intención era encontrar en alguno de esos actos algún joven en edad casadera que pudiera emparejarse con sus descendientes.
El problema era que Fabiana y Feliciana, las hijas de este personaje, eran muy poco agraciadas físicamente, a lo que se sumaba que poseían una inteligencia muy poco desarrollada. Debido a las escasas dotes de las muchachas, los pretendientes no abundaban. Por ello, cada vez que el alto funcionario aparecía en una fiesta junto a sus hijas, las malas lenguas comenzaban a comentar entre sí «Ahí va de nuevo don Gil con sus pollas», palabra que era empleada en la época para referirse a las mujeres jóvenes.
De acuerdo con esta teoría, la asociación de ideas fue inevitable y, muy pronto, los personajes de la época más proclives a la sorna y el ingenio fundieron en un solo concepto la estupidez y las hijas del fiscal. Así, cuando se quería señalar que alguien parecía alelado o era corto de entendederas, se aludía a las «pollas» de don Gil Imón. De este modo, habría nacido la palabra «gilipollas» que conocemos hoy en día.
Aunque lo más probable es que este peculiar insulto posea la etimología que le atribuye la Real Academia Española, la historia de aquella pareja de hermanas poco agraciadas estética e intelectualmente sigue proporcionándole un origen mucho más romántico y acorde con el ingenio español.
A pesar de que no sabemos si finalmente consiguió el objetivo de casar a sus hijas, la figura de Gil Imón da nombre a una pequeña vía cercana a la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid”.

Puedo jurar que cada mañana, cuando salgo a la calle a dedicarme a mis asuntos, procuro por todos los medios de que no traten de confundirme con alguna de las hijas de Don Gil Imón, y he de estar atento y en muchas ocasiones a la defensiva para lograrlo.
Por desgracia, he llegado al convencimiento, de que entre mis semejantes hay muchos aspirantes al cargo de fiscal del Consejo de Hacienda, que pretenden tomarme por lo que no soy.

 

 

La Publicación de este extracto, no pretende ir en contra de los posibles copyright que puedan pertenecer a su autor,  y quedo a disposición del mismo para borrarlo de mi blog a su primer requerimiento.

 

 

 

 

 

 

 

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