La señorita Carolina, fue mi
profesora de Historia del Arte, cuando hice COU. Era una mujer extremadamente
inteligente, que dirigía unas excavaciones arqueológicas de una villa romana en
un pueblo de la provincia de Guadalajara.
Impenitente fumadora de Bisonte
–tabaco rubio, destrozapulmones, sin boquilla, muy popular desde la segunda
mitad del siglo pasado-, que encendía uno detrás de otro, con la colilla sin
apagar del anterior cigarrillo que aún no había terminado.
Aparte de impartir su asignatura,
dábamos paseos por la filosofía, la historia, la política, la ciencia, el
sexo...
A pesar de que nada más empezar
el curso nos advirtió que su asignatura se aprobaría con tan solo asistir a
todas sus clases, había que cumplir con el programa, por lo que debíamos pasar
por las evaluaciones trimestrales.
Yo disfrutaba con esos exámenes,
no tan solo por lo irrelevante de la prueba, sino por que en ocasiones copiaba
directamente del libro.
-Has copiado. -Me dijo en una
ocasión.
-No me fastidie. ¿Cómo puede
saberlo si estuvo todo el examen leyendo el periódico?
-¡No seas Ignorante! –Contestó-
Más sabe el diablo por diablo que por viejo.
-Querrá decir lo contrario
–respondí.
-No, en absoluto. La edad solo
perfecciona al ser humano en lo que ya es: En su bondad, en su inteligencia, y
por supuesto en su estupidez. Un idiota, al envejecer, solo se hace más
idiota. -Escucha– y comenzó a narrar:
Un viejo que vivía cerca de un lago,
Después de mucho tiempo, decidió ir a visitarlo.
Cogió un cesto para aprovechar el paseo y recoger algunas frutas por el camino.
Al aproximarse al lago, escuchó voces animadas.
Vio un grupo de mujeres bañándose, completamente desnudas,
que al advertir su presencia, se fueron hacia la parte más profunda del lago,
manteniendo solamente la cabeza fuera del agua.
Una de las mujeres gritó:
-¡No saldremos mientras usted no se aleje!
Entonces el viejo respondió:
-¡Yo no he venido hasta aquí para verlas nadar o salir desnudas del lago!
Levantando el cesto y diciéndoles:
-Estoy aquí para dar de comer al cocodrilo...
-A este viejo, la astucia no le
vino con los años –hizo una pausa, mientas se encendía un cigarrillo- en todo
caso, con los años pudo perfeccionar su don. También el necio, con el paso de
los años puede ir puliendo su estupidez, o el imprudente hacerse un poco más
reflexivo, pero nunca dejarán de ser lo que son.
-Entonces, ¿quiere decir que
estamos atados al destino, que no podemos modificarlo?–Pregunté.
-Lo que quiero decir, es que
quien nace lechón, muere marrano.
Exhaló una profunda bocanada del
rubio sin boquilla, me miró sonriente, y en ese momento sonó el timbre que
anunciaba el final de la clase.
No volvimos a hablar sobre el
tema en lo que quedó de curso, y acabadas las clases, no volví a saber nada de
la Señorita Carolina.
Supe por compañeros de aquel
año, que siguió con su actividad lectiva, y continuó por muchos años al
frente de la excavación, y que escribió varios libros y múltiples ensayos, y
continuó cautivando a generaciones de jóvenes estudiantes, y posiblemente
siguió fumado aquel tabaco, con ambiciones americanas fabricado en Tarragona.
Aún hoy día sigo sin tener claro
de donde le viene la sabiduría al diablo.
Con estos pensamientos, no trato de polemizar con
nadie, ni generar ningún tipo de conflicto ni debate.
Incluso, el paso del tiempo, ha podido influir en
mi memoria, adulterando mis recuerdos y confundiendo la realidad de los hechos
acaecidos hace tantos años.
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