Esta mañana me levanté con un mensaje en whatsApp que me
había dejado una amiga. Contenía un ensayo de Mario Andrade, poeta, periodista,
fotógrafo, musicólogo, y ensayista brasileño: El valioso tiempo de los maduros.
Me parece una joya de declaración de intenciones, un plan de
vida perfecto, y una linterna con la que alumbrar un camino cada vez mas
oscuro, más corto y más cuesta arriba. Por eso, después de leerlo, me he dado
cuenta que ahora es más valioso mi tiempo, porque cada vez me queda menos.
“He contado mis años y he descubierto que tengo menos
tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que he vivido hasta ahora…
Me siento como aquel niño al que regalan una bolsa de
caramelos: los primeros se los come feliz, pero, cuando se percata de que quedan
pocos, comienza a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, en las
que se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos,
sabiendo que no se conseguirá nada.
Ya no tengo tiempo para soportar personas absurdas que, a
pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para perderlo con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan ‘egos’
inflados.
No tolero a los manipuladores ni a los aprovechados.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a
los más capaces, para apropiarse de sus puestos, sus talentos y sus éxitos.
Detesto, si soy testigo, los efectos que genera la lucha
por un cargo importante.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos,
si acaso…
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Con pocos caramelos en la bolsa…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que no se vanaglorie con sus triunfos.
Que no se considere elegida antes de tiempo.
Que no eluda sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee únicamente caminar al lado de la verdad y de
la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena
vivirla.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las
personas.
Gente a quien los duros golpes de la vida, le han
enseñado a crecer con suaves caricias a su alma.
Sí… tengo prisa… para vivir con la intensidad que nada
más que la madurez puede dar.
Pretendo no malemplear ni tan solo uno de los caramelos
que me quedan. Estoy seguro que serán más exquisitos que los que me he comido
hasta ahora.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis
seres estimados, y con mi conciencia.
Deseo que la tuya sea la misma, porque, de cualquier
manera, también llegarás…
Mario Andrade”